16. DUDAS. RESERVA 257
Espero os lleguen mis mensajes. Hoy no me extenderé mucho. Aquí la calma es demasiada tensa. No sé, algo me dice que puede cambiar todo de la noche a la mañana. Bueno, ahí va el mensaje.
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El general Hawkgray necesita estar solo. Debe ganar tiempo antes de avisar a la Sede Principal. Tiene que saber qué ha sucedido para que un humano se haya desprendido de su microfilamento y desaparecer del control del Sistema.
La torpeza de Eagle es evidente. Dejó un rastro de testigos incómodo. «El trabajo se le ha vuelto rutinario». Eagle no estudió la ficha vital del Rebeca Rodius. Ignoró el protocolo. Por eso no se percató de los movimientos caóticos de la peregrina en sus últimas cuarenta y ocho horas. Las alarmas se habrían activado.
Fue un error caro. Hawkgray vislumbra el pago, una cabeza que ofrecer, pero intuye que los hechos son demasiado graves para ese sacrificio. «Ni entregando todo el escuadr», piensa. No evitará su destitución sin una buena defensa.
Sale al exterior del edificio. Necesita respirar aire puro y frío para despejar su mente. El paisaje de la falda de Sur-Gebirge es relajante. Así se llama, desde hace años, la pequeña sierra al sur de la isla de Majorka. Mira los almendros clonados que le rodean. «Pensar que casi desaparecen». La postal nostálgica tranquiliza su espíritu. El color gris verdoso del acantilado del Peak Manakor domina el horizonte, a medida que se eleva va tornando en un gris más claro. «Parece nevado». El contraste con el verde que lo rodea le da una apariencia más escarpada. Esa pequeña cordillera no tiene de cimas altas. Peak Manakor antaño fue un castillo centenario del que apenas quedan las ruinas. En frente se alza otra montaña que albergó un monasterio católico, con un monolito y una gran cruz erigidos a una divinidad. No queda rastro. El Sistema se afanó en destruirlo y lo sustituyó por una enorme cifra 257, el anagrama de la Reserva.
Esa imagen le vuelve a la realidad. Hawkgray tiene muchas dudas que le bailan en la mente. Desconoce si Rebeca Rodius sigue con vida. El microfilamento nunca se extrae. Los cuerpos sin vida de los peregrinos se incineran y de entre las cenizas se recuperan los restos del metal microscópico. Así, una vez clausurada la ficha vital, se traslada los restos de metal a la fundición.
Para extraer un microfilamento a un humano vivo serían necesarias las manos de un profesional. Un medico especialista capaz de poder hacerlo. Sin la pericia de un neurocirujano nadie podría realizar una craneotomía y practicar la extracción sin un microscopio especial para detectar las partículas fluorescentes. Todo parece muy complejo, difícil que se pudiera realizar en clandestinidad. El Sistema está presente en todas partes. La alta tecnología necesaria y unos medios adecuados en unas condiciones determinadas harían falta, de lo contrario esa extracción no hubiera tenido éxito.
Levanta la cabeza. Sigue absorto en su pensamiento. «Es incompatible con la vida». Un microfilamento extraído de un cuerpo sin vida parece imposible. Lo hubieran detectado con las señales de reloj vital desdobladas propias de los difuntos. Esa opción sería la mejor, un homicidio no resuelto. El asesinato de Rebeca Rodius explicaría la extracción del cuerpo justo antes de su muerte. Pero el microfilamento se ha desdoblado ante sus propias manos. Tampoco descarta el homicidio, y que el asesino hubiera conservado el microfilamento para despistar. Aunque la remota posibilidad de que se hubiera extraído para liberarse del control del Sistema no la puede descartar.
Desea la opción más sencilla. «Es lo más lógico». Un homicidio es lo menos problemático, aunque le falta lo más importante. El cuerpo de Rebeca Rodius se ha esfumado sin dejar rastro.
Hawkgray tiene poco tiempo. Le urge buscar una explicación coherente y sencilla. Nunca había tenido noticias de algún caso al que se le hubiera extraído el microfilamento y pudiera seguir con vida. Están descritos casos de cadáveres sin sus microfilamentos. Hace décadas se relataron, en los primeros años con los inicios de la implantación del Sistema. Fue en la época de los microchips transdérmicos de primera generación. Desde que se cambió a la implantación intracraneal no se habían vuelto a producir ese tipo de incidentes.
El asunto de Rebeca es complejo. Tiene el microfilamento sin el cuerpo. Lo más lógico sería pensar que en algún lugar yacen los restos de Rebeca Rodius. El escenario de un homicidio es su hipótesis más probable y sobre la que volcará sus esfuerzos.
«No hay más pistas», piensa. Las dudas de la envoltura del microfilamento y el fluido amarillo le inquietan. El general Hawkgray no sabe si los microfilamentos se introducen con funda o sin ella. Hasta la fecha, solo había visto un microfilamento en la academia de formación. Eran los restos de filamentos para estudiantes que habían pasado por la incineradora antes de la fundición. Después de ese proceso ya no emitían señal alguna. Antes, en su despacho, no se atrevió a preguntarlo. «Se deben introducir enfundados», prefiere imaginar. Las explicaciones del comandante Flinker daban por entendidas muchas cosas que Hawkgray no comprendía. Ese es el hombre que necesita. «Se encargará del grueso de la investigación».
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