27. ÚLTIMO INFORME. RESERVA 257
27. ÚLTIMO INFORME. RESERVA 257
Envío la enésima descarga. Aunque a vosotros os lleguen en días alternos, desde el futuro puede que solo hayan pasado horas. Necesito encontrar diferentes conexiones y no puedo hacer descargas seguidas desde el mismo lugar. Es así, la única manera para despistar los filtros.
Lo que me angustia es tomar una terrible decisión para poder salir de la Reserva 11. Pero ese es mi problema.
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El comandante Eagle lleva en su maletín el informe que le solicitó el general Hawkgray. Acaba de entrar en el despacho de su superior.
Nadie le espera. Detrás de él se cierra la compuerta. A Eagle le incomoda un recibimiento tan frío. Sabe que el general es detallista. «Esto es un mensaje». Le duele el desprecio, nunca antes le habían hecho esperar. Un lenguaje propio de soldados rasos. Es una humillación. No sabe si sentarse, si dejar el informe sobre la mesa y dar media vuelta.
Busca a su alrededor un acomodo para su enojo, cuando irrumpe la imagen de Nelly Uno. Aparece de la nada, detrás de la mesa del general.
—Hola comandante Eagle.
—Hola —contesta Eagle.
No le da buena espina. Tampoco le apetece una conversación cibernética con Nelly, menos en el despacho del general. «Es lo que le me falta».
—¿Ha realizado el informe sobre los testigos del CÓDIGO ROJO?
—¡Sí! —dice muy seco.
Quería justificar su tardanza ante el general. Nelly es una imagen virtual. Tener que disculparse ante un cúmulo de fotones concentrados en una figura tridimensional con voz no le proporciona descargo de conciencia. Es un comandante del Sistema y se merece una deferencia.
—Me lo puede comunicar —le apremia Nelly, muy educada.
La orden le sabe a cuerno quemado.
—Se lo quiero comunicar al general.
—Me lo puede comunicar —vuelve a insistir.
—Vaya —dice para sí.
Eagle se da cuenta que el general no lo va a recibir. Ahora entiende porqué su escuadrón ha abandonado la comisaría sin él, justo al entrar en la Sede Central.
Está solo. Seguramente a su general no le interesa nada de lo que pueda explicar. Sin la confianza de su superior está acabado. Nadie lo defenderá ante el más que probable juicio de responsabilidades por un grave CÓDIGO ROJO.
Eagle abre su maletín, acciona un botón y aparece otra Nelly Uno. Es la de su antiguo escuadrón, vestida con el mono blanco de la policía de asalto y con casco integral pero sin visera.
—Vosotras os entenderéis mejor —le dice a su Nelly Uno.
La voz de Eagle se ha tornado grave y pesada. Hace un gesto con el índice de su mano derecha sobre una tecla de su maleta. Nelly Uno, con casco y sin visera, se acciona de forma automática y empieza a recitar.
—Iria Green, de soltera Iria Vindals, con 64 años de edad. Nació el jueves 3 de Diciembre de 2048, a las 08:07:13 horas en el Hospital del Sur. Con fecha de Ida de Humo prevista para el 18 de Noviembre del presente año. Hija de Martina Vindals, madre soltera. La fase de Edad educativa la realizó en Port Kolumbus y su Preparatorio fue de diseño.
Eagle deja su maleta en el suelo del despacho. Se dirige hacia la salida. Toca al lector digital de la puerta y se abre. Sale de la sala dejando atrás a Nelly Uno con casco sin visera hablando con la otra Nelly. Prosigue con su comunicado sobre Iria Green. Nelly Uno sin casco la escucha atenta.
Durante la fase de Edad Productiva empezó a trabajar en un taller de confección de Port Kolumbus. Maridó a los 20 años con Baruch Green. Tuvieron a un varón, Thomas Green. Su hijo falleció con 20 años en un accidente en la CentralFotovoltaica en Port Kolumbus.
Eagle sigue caminando por los pasillos de la comisaría. Sabe todo lo que estaba explicando su Nelly Uno, pero ya no le importa. Esa mañana odia su trabajo. Toda una vida dedicado a la búsqueda de humanos en sus últimos segundos en el lugar donde fuera que le comunicasen desde la Sede Central de su comisaría. Siempre atendió las instrucciones del Sistema, siempre obedeció. Lleva consagrado a la policía del Sistema desde su edad productiva en exclusivo para esa ingrata labor. A su edad empieza a lucir algún galón. Son las recompensas por su entrega al trabajo. Tiene cincuenta y cuatro años. No quiso tener esposa. No le gustaron nunca las caras de las mujeres cuando recogía a sus esposos en sus Idas del Humo. Las más dignas conteniendo la rabia, la tristeza y con una sonrisa postiza, orgullosas de su amor de vida, seguramente felices de su pasado. Otras que no aceptaban la Ida del Humo y acababan inmovilizadas por algún familiar o conocido, entre gritos despavoridos e impotentes. Alguno de esos clamores desesperados le desvelaron muchas noches, un insomnio que le resultaba lejano y ajeno. A los insultos que a veces le proferían se había acostumbrado. Los entendía y no le importaban. «Alguien tenía que ejercer esos cometidos», se decía.
Alguna vez la Ida del Humo se convirtió en una batalla campal, por suerte fueron las menos frecuentes. En una Ida del Humo normal había un único deceso, en las violentas eran más. Algunos de esos asaltos fueron muy sangrientos. Los humanos que nada tenían que perder, defendían su vida como un último aliento. Lo peor era el uso que el Sistema hacía de esas Ida del Humo violentas, sin reparo ni amago alguno, mostrando a la población lo sangrienta y el trágico final que podía llegar a tener la desobediencia. Eso perseguía un efecto, los humanos debían ser temerosos del Sistema, su Dios castigador. El pecado de la codicia por la libertad y el deseo de más tiempo debía mortificarse. Desear los segundos ajenos, al resistirse a ser llevados fuera de la vida por la autoridad del Sistema, era un hecho oneroso y peligroso.
Va recordando esas sangrientas refriegas. No le gustan y le hacen sentir mal. Recapitula los episodios de su vida. Nunca ha dejado de trabajar y se ha acostumbrado a su rutina existencial.
Durante la Edad Adulta de Iria Green cursó literaturas antiguas por la Universidad a Distancia. Dio clases de Secundaria y Preparatorio de letras en Port Kolumbus hasta el 2110. Año en qué enviudó de Baruch Green. Actualmente vive sola en Port Kolumbus.
Informe del suceso:
En el momento del CÓDIGO ROJO se encontraba en su porche. Presenció la falsa Ida del Humo de Rebeca Rodius. Seguramente escuchó las llamadas efectuadas por el escuadrón Siete Sur Majorkaburg a rebeca Rodius. No dijo nada, ni se comunicó con los agentes. Dentro de 9 días se cumple su Ida del Humo. Mujer muy discreta, poco conocida, desde que enviudó se prodiga poco por la ciudad. No pertenece a ningún club social. Es socia de la Biblioteca Virtual del Colegio de Port Kolumbus. No tiene familia. Se la puede considerar como poco peligrosa. Si se adelantara su Ida del Humo no causaría sorpresa, ni a nadie le extrañaría.
Eagle no soporta que lo degraden de rango. No se ha esforzado tanto para ese final. Ha actuado siempre bajo las normas. No sabe hacer otra cosa, no tenía a nadie y ese trabajo es su vida. Un fallo en un CÓDIGO ROJO es de las peores faltas que pueda cometer un agente. Es un delito contra el mismo Sistema. Aunque siente que sólo ha cometido un humano descuido ignorando a una anciana, una mujer mayor a la que sólo le quedan unos días de vida. No tiene escapatoria. Tal vez si eliminasen a la testigo Iria Green el Sistema fuera algo más clemente con él. Pero el Sistema nunca negocia, es impasible y actúa sin compasión.
La gestión del tiempo dado a cada uno es sagrada. Es el alma de la sociedad. Una sociedad con un gran historial de errores seculares que no se pueden volver a repetir ni por asomo, por eso no están permitidos los fallos. Nada puede interferir ni dificultar lo establecido. Un error que tuviese consecuencias en el normal desarrollo de una Ida del Humo sería nefasto. Dejar testigos de un CÓDIGO ROJO ha sido su gran equivocación. Para el Sistema, el perdón es un signo de flaqueza. Perdonar es una desidia egoísta, inherente a un acto de clemencia humana, al orillar la errónea mala conducta de un individuo frente al objetivo del bien global y común. Manifestar perdón es como mostrar a los humanos un signo de debilidad por parte del Sistema, un Sistema que debía ser perfecto y digno de ser respetado. Las actitudes de flaqueza pueden abocar a la perpetuación de cierta frustración en la sociedad, al no responder como es debido, como se espera que tiene que responder el Sistema. Por eso, ante ese fallo, Eagle sabe que el Sistema actuaría de manera implacable.
Eagle piensa que seguramente la degradación puede ser una penitencia muy menor para un comandante, aunque no la única, ni la peor. Medita todo eso y, de repente, vuelve a su realidad.
—Ni Hawkgray me va a defender —se dice en voz baja.
Eagle sabe que sin eximentes ni superiores que le protejan no habrá penas menores. Conoce su soledad, nadie le espera, nadie reclamará su ausencia.
Para su marcha delante de la entrada de la comisaría. Coge el emisor letal de su cinturón. Es el aparato rectangular plano de escasos centímetros que utilizaba en las Ida de Humo con los peregrinos. Se lo coloca en su sien y cierra los ojos. Acciona el solitario botón central. Una única descarga eléctrica basta y Nelly Uno con casco y sin visera también se desintegra, al unísono, en el despacho del general Hawkgray.
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