28. DELACIÓN. RESERVA 257
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A esa hora el apartamento de Eloy Rodius no es una morada de tranquilidad. La actitud de Eloy exaspera al comandante Flinker.
Lo ve un sujeto muy torpe. Ha perjudicado información muy valiosa. Flinker recoge y lanza los PetaBlocks chamuscados a uno de los agentes. Los datos que aún queden indemnes necesitaran técnicas de laboratorio.
Flinker ve a Eloy un hombre amedrentado. Las humedades en sus pantalones le han impactado. Lo cree un histérico incapaz de contenerse por la pérdida de documentación personal de unas memorias digitales. «No es peligroso para el Sistema. Es un patán». Ante sí tiene a un perfecto cobarde.
—Abra su ordenador —le ordena—, sin hacer tonterías.
Eloy acerca su índice al lector de la computadora. Aparece un holograma en forma de pantalla. Le pide un usuario y la contraseña.
—¡Flippo! —grita.
No se atreve a poner la consigna. No previó que nunca tuviera que hacerla pública. Disponía de doble seguridad con las huellas digitales más usuario con contraseña; no guardaba nada en la memoria de su ordenador, ni en memorias virtuales, sólo la almacenaba en los Petablocks. Usaba varios nicks diferentes, distintos para su ordenador, el correo postal personal o los mails. Quemaba todo el correo postal, una vez escaneado y guardado en la memoria externa. Ahora, de la manera más tonta, sin poder evitarlo ni con excusa posible, tiene que delatar dónde está escondida su madre Rebeca Rodius. La clave es el nombre del lugar donde está su madre.
—Grutadelfaro —dice Eloy, angustiado y sin gritar.
La pantalla del holograma se abre. Mientras, se acerca un agente. Eloy no tiene más remedio que apartarse. El otro toma el mando del ordenador. Accionado un punto de su dispositivo de la muñeca y emerge otra mini pantalla virtual, en tres dimensiones y por encima de su brazo. Un haz luminoso verde va reptando en el aire y se conecta a uno de los laterales de la pantalla holográfica del ordenador de Eloy. La pantalla ennegrece principal y en el centro aparece un código de barras numérico junto a la frase: Desinstalar matriz de memoria.
—¡Dale permiso! —le ordena Flinker.
—Sí —afirma Eloy—. ¡Desinstalar! —grita.
Una vez se ha completado, el agente se vuelve a accionar su dispositivo de la muñeca. El haz luminoso verdoso se desconecta y desaparece, al mismo tiempo que la mini pantalla virtual. El soldado ha vaciado toda la información del disco duro.
Eloy respira aliviado, nadie se ha inmutado con la clave de apertura.
—¿Dónde está tu madre?
El comandante es directo, no quiere perder más tiempo.
—En una casa de campo de Manakor.
Eloy contesta rápido, sin pensarlo. Necesita un nombre que entierre la clave grutadelfaro.
—Eso ya lo ha dicho antes. ¡Dirección! ¡Quiero la maldita dirección!
—Está en la memoria que acaban de vaciar —le recuerda Eloy, con la cabeza acurrucada.
—¡¿Quiere que le refresque la memoria?!
Flinker está rabioso.
—Pruebe con su tableta informática.
Flinker se la acerca y la tira encima de la mesa. Le agarra de la nuca, clavándole la cara a milímetros del cristal de la pantalla.
—Vale, vale —dice Eloy.
Teme que le rompiera una vértebra, y lo peor, que le saque su gorra a rayas.
Acciona la pantalla de la tableta. Tiene otro Nick y una clave distinta. Empieza a navegar por la red. Busca opciones de turismo rural en Manakor. Encuentra un gran listado de fincas y casas rurales por la zona. Aunque sabe que su madre estuvo en GreenMeadow busca información en varias webs.
—Creo que es esta, GreenMeadow —dice, dubitativo.
No puede engañarles. Confía en que los de la granja tengan sus propios planes de seguridad.
Los Liberados de GreenMeadow conocen la fecha y hora en la que se inició la cuenta atrás de la fuga. Es la hora exacta en la que Rebeca desapareció oficialmente del Sistema.
Busca un mapa fotográfico. La visión panorámica por satélite es la de una casa típica de campo de la isla. GreenMeadow está cerca de un bosque.
—Sí, ahora me acuerdo —se muestra convincente—. Es GreenMeadow, seguro. El mapa señala que está a solo catorce kilómetros de aquí.
Acciona la ruta desde su posicionamiento. Entonces el policía vuelve a activar su muñequera. De su miniordenador emerge otra vez el haz verdoso. Mientras, los chivatos de su casco centellean.
—Perfecto —responde Flinker en voz alta.
Eloy deduce le ha dicho que ha guardado la dirección.
—Solicite visores de termografía —le comunica Flinker.
«¿Visores de termografía?», se pregunta Eloy. Con los visores normales de los cascos se puede tener una visión diurna y, a la vez, activar la lectura de ondas electromagnéticas. Ese modo es el más habitual, con el que se pueden ver la señal verdosa e intermitente del microfilamento que los humanos llevan incrustado en la cabeza. Los agentes han llevado la visera puesta todo el rato, habrán detectado su microfilamento todo el rato. Aunque nadie se ha percatado que solo está incrustado en su gorra.
Los visores de termografía captan las sombras calóricas de los cuerpos, además de la señal del microfilamento. Casi nunca se usan y son más propias del modo nocturno.
Eloy imagina que pretenderán buscar a Rebeca por sus sombras calóricas. «Seguro que es eso». Flinker ha tomado en consideración que Rebeca puede estar viva y la imposibilidad de localizarla por su microfilamento.
Eloy sabe que con la termografía también podrán localizar a los demás liberados. Cierra los ojos, sólo desea que en GreenMeadow estén preparados.
Flinker alberga muy pocas dudas sobre Eloy Rodius. No le parece ninguna amenaza. Lo desprecia. Sabe dónde se ha perdido el rastro de Rebeca Rodius. Solo le queda por averiguar qué narices tiene que hacer el miserable hombre que tenía delante con la pintura acumulada en la terraza.
—¿Qué vas a pintar?
—¿Cómo?
Eloy estaba ensimismado pensando en las posibles grietas de seguridad del grupo de liberados. No estaba previsto que los delatara. GreenMeadow deberá resistir. Le duele, pero necesita sobrevivir, se lo debe a su madre. Es el cordón umbilical que la comunica con el exterior.
Eloy medita si habrá dejado algún documento comprometedor en su ordenador. Es muy meticuloso con los datos informáticos. Siempre elimina sus historiales de búsquedas de Internet. Tardarán en averiguar su vida y en atar cabos. Ha sido vital dañar los PetaBlocks.
—¡La pintura! ¿Qué vas a hacer? —insiste.
—¡Ah! —Sigue con su convicción falsa—. Quiero ver este comedor de color rojo y las habitaciones de verde. Necesito colores intensos en mi vida.
Lo dice mostrando un rostro exageradamente alegre e ilusionado, a la vez que perturbador, nada acorde con la gran tontería que acababa de anunciar.
Flinker cada vez está más desconcertado. «Esta loco».
Eloy ojea, de tanto en tanto, con disimulo al exterior. Las señales bajo el Faro hace un rato que han desaparecido.
El comandante decide marcharse. Se trasladarán a la campiña de Manakor,GreenMeadow. No cree necesario que les acompañe Eloy. Controlará todos su movimientos por el Sistema de Posicionamiento Global avanzado. Lo mantendrá vigilado. Lo cree más útil fuera y de señuelo que detenido en una comisaría. El comandante pospone el necesario interrogatorio más exhaustivo al proceso de recuperación de los PetaBlocks.
El escuadrón abandona el domicilio con todo lo sustraído. Tras la salida, Eloy cierra la puerta y se apoya en ella. Cierra los párpados. Sus piernas le empiezan a flaquear. Se desliza por la madera hasta sentarse. No entiende por qué no se lo llevan detenido.
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